Es de noche en Sevilla, huele a madrugá, y los vencejos de la plaza se acomodan en las ramas, para ver a su Señor. El reguero de gente se agolpa hasta la campana, está todo preparado, salen y salen nazarenos, portando una luz que guiara el camino de vuelta. el sinfín de nazarenos se hace interminable, y mientras tanto en el interior de la que es Basílica, se aguarda al momento, en el que digan, venga hermano, son momentos intimos en la oscuridad de la Basílica, frente a Nuestro Señor y Su Madre, aguardan silenciosos centenares de hermanos. No se escucha nada, solo el crepitar de la zapatillas sobre el frío mármol del templo, entre tanto se encienden los cirios que aun aguardan por salir, estos con la suerte de poder acompañar al Señor a escasos metros de El. Las siluetas que dan el momento son dignas de cuadros de Sorolla, Velazquez o Murillo, los claroscuros son sacados de cuadros de hace siglos, las siluetas que dan el momento no evitan la emoción, penitentes abrazados a su cruz, mirando a "Otro" que también aguarda salir agarrado a su cruz, capirotes puntiagudos, estampas de otro siglo se dan cada Jueves Santo en San Lorenzo, por que quien "puede", y tiene "poder", hace de ese momento algo mágico, digno de los mejores óleos, digno de un momento intimo solo con el Gran Poder.
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