Ya está colocado. A la espalda del Señor de Sevilla.
Ahí permanecerá ese Señor del Gran Poder que me vio nacer y me vio crecer. Para ubicaros un poco a los que no me conozcan tanto, he de decir que nací en la calle Goles, en el barrio de San Vicente, cerca de la Puerta Real, y ahí me crié, me hice hijo de Dios en la Parroquia de San Vicente, donde mas tarde, con la edad de las travesuras, me colaba por las rejas de la original parroquia, para ver de cerca al Señor de las Penas y a su Madre.
Mis padres al casarse decidieron no abandonar el barrio y mudarse diez números mas abajo de donde nació mi padre y aun viví mi abuela. Cada tarde, al volver del colegio, como paso obligado era entrar en casa de mi abuela, pasar por ese cierro de forja del siglo pasado y subir las escaleras de mármol donde se encontraba el Señor, flanqueado por dos faroles de forja de la mejor fundicion de Sevilla. Cada tarde lo primero que hacia tras subir a la escalera, era postrarme ante el, tal y como se ve la imagen en brazos, pero ya por mi propio pie. Así cada tarde, cada día, cada mes, cada año, y El, ahí permanecia igual, yo al contrario, deje de ser el niño que en brazos me cojíay deje también de ser el niño travieso que iba a casa de su abuela a merendar un colacao. Los años pasaban y las paredes lo notaban, lo notábamos nosotros, mi abuela, mis padres, yo mismo, pero el Señor ahí permanecia siendo fiel testigo. Los tiempos avanzan y es difícil mantener en el centro de Sevilla una casa con 40metros de fachada y otros tantos de fondo, y una sola persona viviendo en ella, por lo que se decidió derribarla por dentro y construir nuevos pisos, algunos ya construidos y otros, esta en una segunda fase, en construccion, por ello la decisión de donar a la Hermandad del Gran Poder el azulejo. Muchos compradores interesados pusieron cheques en blanco, anticuarios, incluso algún presidente de un club de fútbol de la ciudad, pero...Ya que el Señor había sido testigo de tantas cosas no podíamos perderle la pista, por lo que se decidió donarlo. Ahora tendrá nueva casa, nueva ubicación después de un siglo en el mismo lugar, pero seguirá siendo testigo de la fe, de esas personas que a diario pasaran por allí, y verán ese rostro sereno, de paz y tranquilidad. Ahora tendré que hacer como cada tarde al ir a ver a mi abuela, solo que ahora ha cambiado el mármol blanco de la escalinata del zaguán por el mármol rojo del besapies del señor, pero ahí estará El, para Siempre.
(Fotos: Artesacro)
4 comentarios:
Muy bonita la entrada , felicidades.
muchas gracias a ti y a tu familia, bonito gesto.
un hermano del Gran Poder
Gracias Nono. Despues de tu casa no hay mejor siti opara el azulejo.
Porque como dices: Él siempre estará. Siempre.
Cuidese.
P.R.
impresionante...las historias de la familia se cuentan solas, porque basta recordar un gesto, una persona,un lugar, para empezar a hablar de los que nos han acompañado en nuestra vida, y como Él está presente, siempre, en cada una de las cosas que recordamos, la historia sigue perenne, inalterable al paso del tiempo,...las cosas del Señor.
Enhorabuena por la entrada, por el blog, y un saludo desde Granada.
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